El frescor del agua del Mar Mediterráneo. La fina arena entre los dedos de los pies. La mirada puesta en el horizonte, allá donde el cielo y el mar se funden en un solo color, donde se divisan pequeños puntitos blancos, velas desplegadas al viento para una buena travesía en un día tan maravilloso para navegar, donde un poco más cerca nacen las olas que pronto morirías en aquella orilla. El sol abrasador, poco compasivo con las pieles menos pigmentadas, cea sobre todo nuestro cuerpo. Cierra los ojos. ¿Lo oyes? Es el sonido de la libertad.
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